Son las 6 y media de la mañana, como siempre suena el despertador, debes levantarte y ponerte "manos a la obra", el camino no se va a andar solo. Estás más cansado que de costumbre, las sábanas se te pegan y se agarran a ti como si no hubiese mañana pero finalmente logras desperezarte. Te dispones a desayunar más dormido que despierto, debes coger energías porque será un día muy largo. Te lavas la cara, lo justo para afrontar el día.
Te pones las botas, siguen teniendo las mismas piedrecitas de ayer, resulta que cuando paras a descansar estás tan agotado que ni si quiera tienes fuerzas para sacarlas de ahí. Cargas con tu mochila, la cual por cierto cada día pesa más, y empiezas tu ruta diaria.
A lo largo del día el calor va haciendo mella en tí y estás más desanimado, el día anterior te diste cuenta que llevabas demasiados bultos inútiles en tu mochila y te costó mucho no rendirte. Hoy no será menos y no sólo pesa más aún que ayer sino que además las "chinas" de tus zapatos no dejan de molestarte. Entonces lo piensas y te dices a ti mismo, aguanta un poco más, la meta ya no está tan lejos, ya falta poco. Continuas caminando hasta que se hace de noche y paras a descansar. Tiras tus pertenencias al suelo, te duchas y te vas a dormir, mañana será otro día piensas.
Pero mañana a las 6 y media de la mañana volverá a sonar en el despertador tu canción favorita, a la cual estás empezando a coger asco, y volverás a lavarte la cara con el mismo entusiasmo que el resto de la semana y cuando te vistas volverás a tener las mismas dichosas piedras en las botas y el mismo peso en tu mochila.
Desde que empezaste el camino has ido guiándote por tu instinto, no llevas mapa, simplemente algunas anotaciones y consejos que te han ido dando en el mismo. Has decidido en los cruces de caminos, has retrocedido al ver que no había salida o la salida estaba demasiado lejos. Has ido llenando tu mochila de cosas inservibles y tus botas de tierra. Hasta hoy. Hoy ya no puedes más. Estás cansado, estás harto. Y te paras. Te echas a un lado y te sientas en una roca del sendero, decides abrir tu mochila y ver que es lo que realmente te será útil ya que no puedes seguir cargando con tanto peso. Después desatarás tus botas y las darás la vuelta para que caiga toda la tierra que durante todos esos días te ha acompañado y te ha causado tanto dolor de pies.
Entonces lo notas, el aire juguetea alrededor de ti, te sientes mejor, te sientes libre, te sientes bien. Te das cuenta así y sólo así que lo importante no es alcanzar la meta sino el cómo hacerlo. Te das cuenta que lo importante es disfrutar del camino.
Igual que con las piedras pasa con los problemas y es que "No hay viento favorable para quien no sabe a donde va"
No hay comentarios:
Publicar un comentario