El silencio se mueve y se ha movido desde siempre, continuó diciendo mi padre mientras mirábamos hacia el callado manto del mar, que despertaba bajo una bruma gris también muda. Ya se movía mucho antes de que existiéramos y seguirá moviéndose cuando hayamos muerto. Porque el silencio es inmortal.
Pero no solo se mueve y no solo es inmortal, añado yo.
El silencio también respira, aunque carece de pulmones. Y camina, aunque carece de piernas. Y tiene corazón, aunque carece de corazón. Y así, al albergar un corazón sin albergar un corazón en su cuerpo sin cuerpo, está capacitado para sufrir, aunque no siempre lo haga calladamente, como por lógica podríamos pensar que debería hacer el silencio. No, en ocasiones puede oírse cómo aúlla por la pena o la soledad, cómo se desgarra su dolor. Y llorar. Desde aquella primera lección de mi padre, tres veces lo he oído llorar; una de ellas con desconsuelo tal que fui incapaz de soportarlo y hube de alejarme, salir huyendo, abandonar el silencio en su extravío de desdicha intangible pero real. Por el contrario, casi nunca ríe. Y en muy pocas ocasiones, las más inquietantes y aterradores, las peores, calla por completo, enmudece como si hubiera muerto, y esa es la frontera crucial: la nada solidificada en abismo ingrávido. El silencio del silencio en silencio.
Y es que cuando todo sale mal y te llueven los problemas lo mejor que puedes hacer es quedarte quieto, ponerte firme, acomodarte la capucha, endosarte los cascos, subir el volumen a tope y aguantar los golpes sin retroceder, y si es posible con una sonrisa; simplemente ser paciente. Tarde o temprano la tormenta pasará y saldrá de nuevo el arco iris.
Acabaré con una de las muchas lecciones que me han dado a lo largo de mi vida. Vino de manos de mi abuelo y decía algo así:
"Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice "
Besos y abrazos solo para el que realmente los necesite.
SED FELICES.
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